JOSÉ
MARÍA CARRASCAL
Zapatero
quiere explicarnos su mandato. Como si necesitara explicación. Lo que ya no se
explica es qué hace en el Consejo de Estado
DESDE
el Consejo de Estado -en España, en vez de enterrar en la ignominia a los malos
gobernantes les premiamos con cargos esplendorosos-, José Luis Rodríguez
Zapatero -¿qué consejos de Estado podrá dar el que estuvo a punto de hundirlo?-
nos anuncia un libro que «no va a ser de memorias, sino una explicación de cómo
vivió la crisis, de lo que sintió, de las contradicciones que tuvo, de lo que
no pudo lograr». Explicar, dice el diccionario, es «exponer un hecho
claramente», y en una segunda acepción, «justificar, exculpar palabras o
acciones». Todo apunta que es ante lo que nos encontramos. Cómo, tras dos
victorias electorales que le permitieron todos los caprichos políticos, en la
madrugada del 10 de mayo de 2009, le despertó una llamada de Obama para decirle
que tenía que cambiar toda su política económica pues ponía en peligro no ya
España, sino Europa. Se lo acababa de decir Ángela Merkel, pero como ella no
tenía ninguna influencia sobre él, lo mejor era que se lo dijese el presidente
norteamericano, que sí la tenía.
¡Y
vaya si la tenía! En horas 24, Zapatero recortó pensiones y salarios,
subvenciones y prebendas, prioridades y filosofías, pasando España de tener la
mejor banca del mundo a tener la más endeudada y de estar a punto de sobrepasar
a Francia a estar a punto de hacer compañía a Grecia. ¡Eso sí que es caerse de
una nube o de la cama!
Pero
el expresidente, por lo que nos cuentan quienes gozan de sus confidencias, no
se disculpa por ello ni, menos, nos pide perdón. Se limita a explicarlo e
incluso defiende las medidas que tomó, no sólo los mayores recortes sociales de
la España democrática, sino también en las que se gastó hasta el último euro en
la caja, haciendo regalos a voleo y ampliando rotondas por toda España. Tampoco
hay que reprochárselo. Las memorias de los políticos, y éstas lo son, tratan de
justificar lo que les salió mal. Están en su derecho a hacerlo. Como nosotros
estamos en el de no creerles. Pues estaría bueno que si encima de haberse
equivocado, aceptásemos que la equivocada es la realidad. Lo que suele ocurrir
en estos casos es que los implicados quedan aún más en evidencia.
El
problema de José Luis Rodríguez Zapatero fue desde el principio su falta de
preparación para el cargo. Llegó a él por los azares de la vida y las bombas de
los terroristas, sin la experiencia humana y política necesaria para un puesto
de tal responsabilidad, y se rodeó de un gabinete de revista de moda y de
aduladores ambiciosos, poniéndose a gobernar con la audacia de los
indocumentados y la frescura de los diletantes. Sin que el país le pusiera
cortapisas, por lo que la culpa también es nuestra. Ahora nos quiere explicar
lo que ocurrió. Como si no lo supiéramos. Y sufriéramos.
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