sábado, 15 de diciembre de 2012

El PSOE en la encrucijada



El PSOE en la encrucijada
22/10/2012
diarioabierto.es.

El PSOE, el gran partido de centro izquierda que no hace mucho ha liderado la transformación y modernización de España,  ha sido el gran derrotado en las últimas citas electorales. Algunos de sus dirigentes quieren encontrar la causa del fracaso en la línea de oposición moderada, comedida y constructiva propugnada por Rubalcaba, pero que los ciudadanos no comparten ni siguen.  Una explicación simplista que muestra que algunos sectores del PSOE han perdido, si no la conexión con la realidad, si la percepción que de esa realidad tienen amplias capas de la sociedad española, en especial las que más expuestas se encuentran a las consecuencias de la crisis.
En momentos de visible y creciente malestar social, de irritación ante los sucesivos recortes de derechos y prestaciones sociales, de una creciente oleada de manifestaciones y movilizaciones de protesta, todas las opciones políticas se miden por el mismo rasero y a todas ellas se dirige el repudio de los ciudadanos.
Los electores han dado una vez más la espalda a los políticos y en las elecciones gallegas y vascas todos los partidos tradicionales han perdido apoyo y respaldo electoral, sin que ello empañe el importante éxito obtenido por Nuñez Feijoo en Galicia e Iñigo Urkullu en el País Vasco. Tan solo Bildu y AGE han logrado seducir a un creciente electorado y lo han  hecho con mensajes que, aunque de características distintas, venían a poner en cuestión el statu quo preexistente. Y, tal vez sea esto, la voluntad de romper con el pasado, lo que domine el ánimo de mucha gente.
En 1977 el PSOE emprendió un rápido y exitoso viaje hacia la moderación, que incluyó, como se recordará,  el abandono del marxismo y la episódica dimisión de su secretario general Felipe González. Por pragmatismo, había que transformar al viejo PSOE en un partido de corte socialdemócrata, equivalente a los que gobernaban en buena parte de Europa y, al tiempo, ampliar la base electoral convirtiéndolo en el partido de todos aquellos progresistas que aspiraban a tener un país, moderno, laico, abierto al futuro
Y la operación fue un éxito. El PSOE alcanzó el poder, revalidó varias mayorías  absolutas y, por cálculo electoral, por pragmatismo, fue moderando día a día su discurso y aproximándose al centro político hasta llegar a un punto de difícil diferenciación. Y olvidando que el poder no es un fin en sí mismo, sino un medio para hacer posible aquello que se considera necesario o, al menos, tender hacia ello.
Ahora, en medio de un crisis dramática, con millones de personas empobrecidas y otras muchas en trance de serlo, Alfredo Pérez Rubalcaba y el PSOE, por responsabilidad y patriotismo, quieren hacer una oposición responsable. Tal vez pese en su ánimo la oposición constante, feroz, irresponsable,  que el PP desarrolló contra los Gobiernos de Rodríguez Zapatero, y no quiera repetir ese espectáculo.
Algunos  dirigentes socialistas piensan que la explicación de los malos resultados se encuentra en el tipo de oposición que se practica. Menos responsabilidad y más sangre, parecen pensar algunos.  Y, si bien podría parecer cierto que en ocasiones las oposiciones duras y sin contemplaciones son más productivas en términos electorales que las moderadas y constructivas, se estaría cayendo en un enfoque superficial y poniendo el carro delante de los bueyes.
El problema es más de fondo y pasa por la comprensión de unas realidades y de   una sociedad que está en permanente proceso de cambio y lo que realmente es importante es definir cuál es el papel y cuáles son las respuestas de la socialdemocracia, de la izquierda, a los problemas y conflictos de nuestro mundo, pero, además de actuar de forma reactiva y contundente ante las demandas del momento, ser capaz de dibujar un proyecto de futuro capaz de ilusionar y movilizar a los ciudadanos.
En esta encrucijada del PSOE, tal vez  sea preciso ceder el protagonismo a los filósofos y a los politólogos, de promover la reflexión y el debate, formulando  y definiendo idea y propuestas de futuro, no en términos electoralistas y de lucha por el poder, sino de deber ser, para luego estar en condiciones de convocar nuevamente a las personas dispuestas a comprometerse por el  futuro y el  progreso de este país.

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