viernes, 21 de diciembre de 2012

Cuando quiera y como quiera, da lo mismo.



dic 12 21
De la mula, el buey y de otros que no saben leer
ABC | Camilo Olivares
Que no saben leer o tal vez que han querido leer con torcida intención afirmando que el Papa ha escrito algo totalmente distinto de lo que recoge en su libro «La Infancia de Jesús» y en su preciosa página 76, cuyas lecturas recomiendo. Con comentarios absurdos y con sandeces sin fundamento, han intentado «montar un belén» para escandalizar al pueblo sencillo y atacar la religiosidad popular que a ciertos sectores tanto molesta. Todo el que sabe leer o haya escuchado el relato evangélico del Nacimiento sabe que no se cita la presencia de animales en el establo.

El apóstol san Juan, al terminar su Evangelio, afirma que ocurrieron otras muchas cosas que si se escribiesen no cabrían en todos los libros del mundo. En cualquier personaje histórico ocurre lo mismo que con Jesús: por muy exhausta que sea una biografía, es imposible relatar todo lo que ocurrió, pero el hecho de que no esté escrito no quiere decir que no ocurriera. Muchas cosas pueden considerarse ciertas porque son obvias, por puro sentido común, y otras porque hay indicios o datos que hacen razonables cosas que no fueron escritas, pero fueron verdad. En torno al tema que nos ocupa, en este tiempo navideño se cantarán hermosos villancicos llenos de encanto y poesía, con esa belleza de lo sencillo: «La Virgen se está peinando entre cortina y cortina» ciertamente no lo dice la escritura, pero es razonable pensar que la Virgen se peinara y difícil imaginar que nuestra Dulce Señora anduviese desgreñada. También se canta: «La Virgen lava pañales», y esto no solo es razonable, sino que hay indicios en el relato evangélico; dos veces se habla de pañales: «María lo envolvió en pañales» y en el anuncio a los pastores: «Encontraréis al Niño envuelto en pañales». Es razonable pensar que había que lavarlos, y quién los iba a lavar sino María.

La presencia de la mula y el buey no solamente es razonable, sino que hay datos que la confirman; por ejemplo, la distancia entre Nazaret y Belén, dado el estado ya avanzado de María, hace pensar que usaran un animal como la mula, o incluso una carreta tirada por un buey. El argumento en contra de que los esposos eran pobres no tiene fundamento; no eran pobres de solemnidad, José era artesano, y por otro lado se lo podrían prestar familiares o vecinos. Otro dato evangélico es el pesebre que cita el Evangelio; todo pesebre supone un establo y en él suele haber animales. En la Antigua Escritura hay profecías sobre la mula y el buey: «El buey conoce a su Amo y el asno el pesebre de su Señor: Israel no me conoce, mi pueblo no comprende». Así dijo Isaías. Y Habacuc viene a profetizar que cuando llegue el tiempo aparecerá «entre dos seres vivientes». En la luminosa página del libro de Su Santidad, reconoce lo que todos sabemos: «En el Evangelio no se habla en este caso de animales», pero antes afirma: «El pesebre hace pensar en los animales». Después reafirma: «La meditación guiada por la Fe, leyendo el Antiguo y Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esa laguna». Para los que sepan leer eso es muy serio. El Papa señala que esta ausencia de la mula y el buey es una «laguna» en el relato evangélico y que no solo la meditación, sino también la fe fundándose en la Sagrada Escritura, la ha rellenado o colmado. Cita los textos proféticos de Isaías y de Habacuc aplicándolos a la presencia de la mula y el buey y realiza una preciosa exégesis sobre el simbolismo de estos animales. Alaba que la iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo y termina afirmando con rotundidad: «Ninguna representación del Nacimiento renunciará al buey y al asno».

No sé cómo ha podido afirmarse con tanta ligereza que el Papa ha dicho que no existieron la mula y el buey, y los comentarios que esto ha suscitado. Por cierto, que me animó a escribir estas líneas la llamada telefónica de unas monjas de clausura de una pequeña aldea que me preguntaban si podían poner en su belén la mula y el buey, porque les habían dicho que el Santo Padre lo había prohibido. Consultaron al capellán, anciano y muy achacoso, que las atiende, que les había contestado: «Madre, yo no estoy bien enterado, por si acaso no lo pongan». En estos días he puesto el nacimiento en casa recordando el simbolismo de que habla Su Santidad, he colocado la mula y el buey con especial respeto y veneración. Animo a todos a hacer lo mismo, que no falten en los hogares cristianos el pequeño belén o el misterio adornado con primor, y por supuesto animo a cantar los villancicos de nuestra tradición:

«La Virgen se está peinando entre cortina y cortina!». «Sus cabellos son de oro y el peine de plata fina». «La Virgen lava pañales y los tiende en el romero…».

Camilo Olivares, prelado de honor de su santidad.

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