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12 21
De
la mula, el buey y de otros que no saben leer
ABC
| Camilo Olivares
Que
no saben leer o tal vez que han querido leer con torcida intención afirmando
que el Papa ha escrito algo totalmente distinto de lo que recoge en su libro
«La Infancia de Jesús» y en su preciosa página 76, cuyas lecturas recomiendo.
Con comentarios absurdos y con sandeces sin fundamento, han intentado «montar
un belén» para escandalizar al pueblo sencillo y atacar la religiosidad popular
que a ciertos sectores tanto molesta. Todo el que sabe leer o haya escuchado el
relato evangélico del Nacimiento sabe que no se cita la presencia de animales
en el establo.
El
apóstol san Juan, al terminar su Evangelio, afirma que ocurrieron otras muchas
cosas que si se escribiesen no cabrían en todos los libros del mundo. En
cualquier personaje histórico ocurre lo mismo que con Jesús: por muy exhausta
que sea una biografía, es imposible relatar todo lo que ocurrió, pero el hecho
de que no esté escrito no quiere decir que no ocurriera. Muchas cosas pueden
considerarse ciertas porque son obvias, por puro sentido común, y otras porque
hay indicios o datos que hacen razonables cosas que no fueron escritas, pero
fueron verdad. En torno al tema que nos ocupa, en este tiempo navideño se
cantarán hermosos villancicos llenos de encanto y poesía, con esa belleza de lo
sencillo: «La Virgen se está peinando entre cortina y cortina» ciertamente no
lo dice la escritura, pero es razonable pensar que la Virgen se peinara y
difícil imaginar que nuestra Dulce Señora anduviese desgreñada. También se
canta: «La Virgen lava pañales», y esto no solo es razonable, sino que hay
indicios en el relato evangélico; dos veces se habla de pañales: «María lo
envolvió en pañales» y en el anuncio a los pastores: «Encontraréis al Niño
envuelto en pañales». Es razonable pensar que había que lavarlos, y quién los
iba a lavar sino María.
La
presencia de la mula y el buey no solamente es razonable, sino que hay datos
que la confirman; por ejemplo, la distancia entre Nazaret y Belén, dado el
estado ya avanzado de María, hace pensar que usaran un animal como la mula, o
incluso una carreta tirada por un buey. El argumento en contra de que los
esposos eran pobres no tiene fundamento; no eran pobres de solemnidad, José era
artesano, y por otro lado se lo podrían prestar familiares o vecinos. Otro dato
evangélico es el pesebre que cita el Evangelio; todo pesebre supone un establo
y en él suele haber animales. En la Antigua Escritura hay profecías sobre la
mula y el buey: «El buey conoce a su Amo y el asno el pesebre de su Señor:
Israel no me conoce, mi pueblo no comprende». Así dijo Isaías. Y Habacuc viene
a profetizar que cuando llegue el tiempo aparecerá «entre dos seres vivientes».
En la luminosa página del libro de Su Santidad, reconoce lo que todos sabemos:
«En el Evangelio no se habla en este caso de animales», pero antes afirma: «El
pesebre hace pensar en los animales». Después reafirma: «La meditación guiada
por la Fe, leyendo el Antiguo y Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha
colmado muy pronto esa laguna». Para los que sepan leer eso es muy serio. El
Papa señala que esta ausencia de la mula y el buey es una «laguna» en el relato
evangélico y que no solo la meditación, sino también la fe fundándose en la
Sagrada Escritura, la ha rellenado o colmado. Cita los textos proféticos de
Isaías y de Habacuc aplicándolos a la presencia de la mula y el buey y realiza
una preciosa exégesis sobre el simbolismo de estos animales. Alaba que la
iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo y termina afirmando
con rotundidad: «Ninguna representación del Nacimiento renunciará al buey y al
asno».
No
sé cómo ha podido afirmarse con tanta ligereza que el Papa ha dicho que no
existieron la mula y el buey, y los comentarios que esto ha suscitado. Por
cierto, que me animó a escribir estas líneas la llamada telefónica de unas
monjas de clausura de una pequeña aldea que me preguntaban si podían poner en
su belén la mula y el buey, porque les habían dicho que el Santo Padre lo había
prohibido. Consultaron al capellán, anciano y muy achacoso, que las atiende,
que les había contestado: «Madre, yo no estoy bien enterado, por si acaso no lo
pongan». En estos días he puesto el nacimiento en casa recordando el simbolismo
de que habla Su Santidad, he colocado la mula y el buey con especial respeto y
veneración. Animo a todos a hacer lo mismo, que no falten en los hogares
cristianos el pequeño belén o el misterio adornado con primor, y por supuesto
animo a cantar los villancicos de nuestra tradición:
«La
Virgen se está peinando entre cortina y cortina!». «Sus cabellos son de oro y el
peine de plata fina». «La Virgen lava pañales y los tiende en el romero…».
Camilo
Olivares, prelado de honor de su santidad.